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NOTAS

Entre Coincidencias y Semejanzas

El estilo es la síntesis visual de los elementos, las técnicas, la sintaxis, la expresión y la finalidad plástica. El mejor modo tal vez de definirlo sea considerándolo como una categoría o clase de expresión visual conformada por un entorno cultural total. Por ejemplo las diferencias entre el arte oriental y el occidental están en las convenciones que los gobiernan (filosóficas, políticas, religiosas, etc.).

 

Hay muchos nombres que hacen referencia y definen a los estilos artísticos y cada nombre destaca una serie de claves visuales reconocibles que, en conjunto abarcan la obra de muchos artistas, además de un período y un lugar.Es por ello que Wólfflin habla de una triple raíz del estilo. Raíces que devienen desde un lugar, de una época, y de un creador.

 

El arquitecto Louis Sullivan agregaba completando: "No puedes expresarte, a menos que tengas un sistema previo de pensamiento y percepción. Y no puedes tener un sistema de pensamiento y percepción a menos que tengas un sistema básico de vida".
Estas citas introductorias nos pone de frente con la necesidad de extender precisiones sobre el tema.

 

Se podría decir que el estilo es un elemento más que sirve para evaluar cual es el origen y como se integra una cultura en una región determinada como proceso activo de la dinámica cultural ocurrida en el lugar y su adaptación al medio ambiente.

 

Desde esta premisa, un estilo y sus configuraciones posibles son natural y espontáneamente semejantes en el contexto de un espacio y un tiempo. De modo tal que estas "obras serán reconocibles e identificables entre los diferentes objetos culturales de su época aún cuando puedan llegar a compartir con ellos rasgos comunes en virtud de su contemporaneidad".

 

Lo expresado hace evidente que un estilo podrá serlo si podemos deducir sus coordenadas espaciales y temporales como también aquellos contenidos que se nutren de las tradiciones culturales, de las influencias ideológicas y religiosas existentes y a través de este conjunto percibir -acaso- las conexiones con otras culturas más lejanas y remotas en el tiempo.

 

Estos contenidos que emergen de ideas y tradiciones se alimentarán desde el plano simbólico, religioso, desde el arte, la lengua y desde las mismas técnicas utilizadas, muchas de las cuales fueron recibidas de etapas precedentes a las que se le suman las experiencias propias y actuales. Es desde este ángulo que nos provee la ciencia (la arqueología y la antropología) que debemos considerar el trabajo colectivo y trascendente de un grupo humano que elabora desde un espacio, un tiempo y tradición, un estilo. Cierto es que hoy por hoy, los parámetros con que se mide la actividad de un artista plástico a variado y se formularon confusos límites y fundamentos. Desde siempre y hasta hace un siglo aproximadamente, la sociedad exigía a los artistas una condición ineludible: maestría. Y a un maestro se lo reconocía particularmente por haber alcanzado un estilo.

 

Y un estilo no se cambia del día a la noche, sino que en general abarca períodos, y su posible evolución y cambio transcurre dentro de él. Pero en nuestro siglo, (aún cuando más exageradamente en los últimos 40 años) el medio reclamará del creador "novedades" y las novedades no producen estilos, sino "modas" que naturalmente cambian todos los años en función de los gustos y necesidades de un mercado.

 

Es obvio entonces, que si seguimos novedades y modas nos alejamos progresivamente al mismo tiempo de alcanzar un estilo, sencillamente porque las modas pueden tener origen en otras coordenadas temporales, espaciales y en otros contenidos y tradiciones. Parece fatal que hoy en día resulta difícil asimilar o comprender que es un estilo. Se lo confunde con las modas y se le exige atributos que le están negados por su misma naturaleza. Sin embargo, fue y acaso será siempre, que gracias a los estilos registramos el paso del hombre, su propia historia y la del arte.

 

En efecto, fue porque un grupo de hombres trabajaron en un tiempo, en un determinado espacio, desde tradiciones, ideas y religión (un concepto de vida, de relación y trascendencia), es que hoy podemos saber y reconocer un arte egipcio, un arte griego o romano, un arte gótico, el renacimiento, el impresionismo o el cubismo. Y podríamos decir lo mismo entre nosotros al referirnos a culturas como Condorhuasi o Aguada.

 

Precisamente con el cubismo podemos comprobar cómo la pérdida de la idea de lo que es un estilo y por extensión la correspondiente confusión conceptual comenzó con la aparición de las primeras vanguardias. Basta recordar que la crítica de arte, durante la gestación del cubismo hablaba de un pintor Ilamado Picasso-Braque creyendo que por ser ambos cubistas y presentar una imagen semejante, eran un solo y único pintor.

 

Nosotros, desde esta humilde coordenada espacial y temporal: (América, Río de la Plata, siglo XX) seguimos creyendo en la persecución de un estilo fundamentado en las tradiciones locales, de América, y en aquellos maestros precedentes en donde reconocernos; las ideas de pensadores e investigadores (Kush, Magrassi, Ticio Escobar, Rex González, etc.) y conceptos plásticos comunes: Tiglio, Gambartes, Torres García, Lam, Tamayo, etc. Esto es en definitiva nuestra elección de historia. A sabiendas que, como afirmaba Kush: "Sin memoria no hay arraigo, sin arraigo no hay sentido y sin sentido no hay cultura".

 

Podemos decir entonces, que todos estos elementos que compartimos han servido para consolidar en el conjunto, un modo de operar, un concepto cultural, una poética plástica que busca su fuente de apoyo en aquellos conceptos que definen a la plástica como aquella cualidad formativa de impresiones sensoriales dada en conjuntos organizados y unificados por cuatro planos de integración: equilibrio, ritmo, armonía y tono.

 

En resumidas cuentas: todo esto conlleva a la aproximación de un estilo. Claro está quien Ilegue a observarlo, deberá saber entonces que esto significa semejanzas (y semejanza no es igualdad, ni unidad es uniformidad). Por tanto, un estilo exige el afinamiento de la mirada, para que ésta pueda percibir las diferencias -que las hay- tanto, como los rasgos comunes, aquellos que exige la misma razón de ser de un estilo.

 

Alberto Delmonte

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